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30 de Junio de 2002

Juventud y videojuego

Uno ya empieza a estar cansado de los tópicos con los que se afronta la información sobre las aficiones lúdicas juveniles más modernas y, por tanto, menos practicadas y comprendidas por sus padres. Destacan entre ellas los juegos de rol y de ordenador, que convierten, como todo el mundo sabe, a todos los niños en potenciales asesinos y seguidores de Satán. Y, por si fuera poco, nada más y nada menos que la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción ha decidido elaborar un informe sobre los videojuegos.

Uno se pregunta por qué han tomado esta decisión. ¿No resulta enormemente más adictiva, y en un rango de edades más amplio, la televisión? Y mientras ésta fomenta una completa pasividad, los juegos de ordenador obligan al usuario a actuar y a desarrollar ciertas habilidades, ya sean los reflejos (juegos de deporte o de lucha) o la inteligencia (aventuras gráficas y juegos de estrategia). Pero parece que el informe no va por ahí. Según dicen, el problema es otro:

De modo que ahora nos han convertido en violentos, sexistas, machistas, discriminadores e intolerantes. A toda mi generación y a las que han venido detrás. Yo empecé a jugar con el Spectrum allá en el año 84. Llevo, pues, casi veinte años jugando. Incluso he asistido, en los últimos años, a algunas de las "partys" que se celebran cada año en España, repletas de gamers, aunque haya sido por motivos distintos al juego. Y en todo ese tiempo no he conocido a nadie que no supiera distinguir perfectamente las imágenes del ordenador de la realidad.

Buceando en los datos del estudio, no acabo de comprender del todo de donde salen, además, esas actitudes. Es evidente que muchos juegos son violentos, que siendo la mayoría de los consumidores de este mercado hombres, a ellos están dirigidos casi todos los juegos. En ellos los héroes suelen ser, por tanto, estereotipos de testosterona, incluyendo entre ellos a la celebérrima Lara Croft, desde luego. ¿Y desde cuando los protagonistas de películas de acción, kárate y similares han sido otra cosa? Y, además, ¿por qué se elimina de esas conclusiones el hecho de que los juegos más deseados no son los violentos, sino los deportivos y las aventuras gráficas?

Pero ya lo de la discriminación y la intolerancia... sospecho que, como tantas veces, son palabras escogidas casi al azar para producir un efecto de rechazo. Y me parece lamentable que una institución como la FAD cometa estas tropelías. ¿Cuántos padres se habrán preocupado sólo por el hecho de que haya realizado ese estudio, cuando hasta ahora todos los demás se centraban en las drogas de verdad? ¿Y cuantos no se habrán creído a pies juntillas las conclusiones que extracto más arriba?

De modo que los padres, asustados, quizá prohíban a sus hijos el juego. Bueno, entonces se irán de botellón. Vamos mejorando.

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